martes, 29 de enero de 2013

Año 1


Reuníos en torno a las amables llamas de la chimenea, habitantes
antáricos, porque ha llegado el momento de contar el relato de los
acontecimientos más importantes acaecidos durante el año que acaba de
morir.

Todo comenzó cuando Finwë ascendió al trono de los Noldor, bajo la
atenta y paternal mirada de Aüle... No, creo que esa es otra
historia...

Todo comenzó cuando Ser Acer ascendió al trono de la estrella roja,
bajo la atenta y paternal mirada del triunvirato predecesor. Esto
ocurrió mucho antes de la llegada de los Nuevos Antáricos o de las
fiestas oficiales de Madridejos, y es posible que los que aún no
participabais de la luz de Escorpio no lo recordéis; pero fueron
hechos dichosos y el comienzo de nuestra historia.

Los antiguos Poderes de la estrella fueron relevados y se eligieron
nuevas encarnacines de la burocracia, una nueva Consejera de la
Moneda, un nuevo Cronista...

La distribución jerárquica de protones no consiguió desestabilizar la
estrella y juntos nos pusimos en marcha hacia nuestra primera
aventura, más allá de los límites de la Comunidad. Fueron momentos de
gran regocijo. Grandes conocimientos fueron transmitidos, hermosos
objetos fueron avistados, inesperados invitados fueron recibidos y se
bebió alegremente a la salud del nuevo monarca.

El Curso Iniciático y la consiguiente llegada de los Nuevos Antáricos
marcó el comienzo de la Segunda Edad. Siempre quedará en nuestros
corazones la amarga incertidumbre de por qué se llenaron masivamente
los pupitres de las charlas y ningún alma acudió a saciarse con las
ingentes cantidades de comida gratis que las arcas antáricas
proporcionaron.

Muchos conocimientos se compartieron desde entonces y, aunque la vida
en la pequeña estrella nunca ha sido tan bulliciosa, ninguna aventura
se ha emprendido hacia tierras desconocidas.

¿Ninguna? No, como último acto de la Segunda Edad se citó a todos los
antáricos intrépidos en una taberna lejos de cualquier paraje
conocido. Allí se encontraron, y allí compartieron comida y bebida,
bebida y comida, gritos, impresiones y anaglifos. Y el sonido de las
trompetas duró hasta las primeras horas del Alba.

Una Edad termina y otra Edad comienza, y tan solo Varda, que escuchó
más atentamente que los otros Valar la música de Eru, conoce lo que
nos depara el destino, aunque la oscuridad es impredecible, y el
corazón de los hombres cambiante como las aguas del océano.

Tratad de no naufragar en sus tormentas, hasta que nos veamos,
Feliz principio,
Cronista Antárico.

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